viernes, 21 de abril de 2017

#VDLN 33: Basket Case

Mañana, si no se acaba el mundo, me voy al basket con el primogénito a ver un partido de la Euroliga. Él, que gracias al padre analógico se ha aficionado una barbaridad, está emocionadísimo. Yo también, para qué nos vamos a engañar. Me encanta el sano ambiente que se genera en torno a los partidos de baloncesto y, aunque hace años que no juego, me trae muchos recuerdos de adolescencia: buenos amigos, horas de diversión tanto en entrenamientos como en partidos, un escape lejos de casa... y música, mucha música.

Me uní a la 'troup' del basket cuando llegué al instituto. En el cole siempre había jugado al voleibol, pero no había equipo y a las de baloncesto les faltaba personal, así que allí que me fui con ellas. Todas eran mayores, de COU, más majas que las pesetas y muy fans de Bon Jovi (en su época de pelos largos), Offspring (en el año de Smash) y de Green Day antes de que se pintaran la raya del ojo y se pusieran corbata (vamos, los del Dookie y su 'Basket Case').


Aunque me tocaba ser cadete falsearon mis datos y me federaron como junior. Y ahí estaba yo, con mi 1,60 de estatura, ejerciendo de base o escolta, 'pegándome' con tiarronas de 17 y 18 años. Me llevé muchos golpes, pero aprendí a encajarlos y, a veces, a sacar partido de ellos. ¿Cómo? Gracias a las enseñanzas de mis compañeras, a ritmo de Offspring con temas como 'Gotta Get Away'.



Recuerdo con mucho cariño a aquellas primeras compañeras de basket que me enseñaron a funcionar en un deporte que no controlaba en absoluto; que me obligaron a salir del ala materna para moverme por mi cuenta y riesgo todos los fines de semana para jugar el partido de turno; y que me habrían llevado a mi primer concierto de Bon Jovi (en su gira del Crossroad, ese recopilatorio en el que incluyeron el baladote tristón 'Always' o 'Someday I'll Be Saturday Night') y a mi primer Festimad, con Metallica de cabeza de cartel, si a mis padres no les hubiese entrado el pánico sólo de imaginarme rodeada de melenudos borrachos y drogados capaces de hacerle de todo a una inocente chica de instituto... Ains, menos mal que pude desquitarme años más tarde.


Más allá de contaros una retahila de recuerdos y morriñas de instituto, todo esto tiene una moraleja: apuntad a vuestros hijos a hacer deportes de equipo, porque en ellos aprenderan y mucho: a compartir, a trabajar en equipo, a ser constantes, a encajar golpes y a sacar fuerzas de donde haga falta, a ganar y a perder... ¡y a escuchar buena música!

Aunque para esto último aseguraos de que caen en un equipo de rockeros, ¿eh? ;)

¡¡FELIZ VIERNES Y FELIZ FIN DE SEMANA A TODOS!!





4 comentarios:

  1. Poco a poco, se están creando deportes urbanos no competitivos. Pero no sé qué tipo de música escuchan.

    Feliz #VDLN

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué curiosa asociación de deporte-música! Me gustan todas ♥

    ResponderEliminar
  3. Bien relacionado la música, el deporta , como no, la vida.
    Feliz semana.

    ResponderEliminar
  4. El deporte, aún los llamados individuales, te enseñan a vivir. De joven, además de ajedrez, practiqué karate y judo, también jugué rugby un par de años, mi físico no daba para más. Ya de adulto me pasé al esquí nórdico y a las carreras de montaña. Ahora la salud no me deja hacer casi nada diferente a un apacible paseo, pero el deporte me sirvió para educar a mis hijos y para compartir casa, hasta que se emanciparon, con un par de campeones de España, el chico en categoría junior y la dama, absoluta. Les sirvió para ser buena gente que era de lo que se trataba. Eso sí, para entrenar yo prefería cosas más fuertecitas. Feliz semana.


    ResponderEliminar